Cada ser humano pero aún más cada uno de nosotros, seguidores de Cristo Jesús, está llamado a vivir en Santidad. Pero, ¿cómo podemos alcanzar esa Santidad? Lo lograremos el día que vivamos el ejemplo de Jesús, el día que nuestras vidas sean una imitación de la de Él y para lograrlo tenemos necesariamente que conocer Su Vida; y me pregunto: ¿Existe alguna manera de conocer la vida y las enseñanzas de Jesucristo sino es a través de las Sagradas Escrituras?
Uno de los Doctores y Padre de la Iglesia, San Jerónimo, nos dice que “desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo” y además agrega: “Nos alimentamos con la Carne de Cristo y bebemos su sangre no solamente en el Misterio de la Misa, sino también leyendo las Escrituras”. Y es que en la Biblia tenemos un encuentro personal con Jesús de igual manera que lo tenemos en la Eucaristía, de ahí la posición de nuestra Iglesia Católica cuando afirma: “La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo” y es aún más clara al decir: “Por tanto, toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de ALIMENTAR Y REGIR con la Sagrada Escritura”.
Después de todo esto, resulta incomprensible escuchar a alguien decir que está en el Camino del Señor pero no lee la Biblia ó lo que es peor, que no cree en ella por esto ó por aquello. ¿Cómo se puede andar en un camino sin saber la manera de transitar por él y sin saber a dónde conduce? Seamos realistas y comprendamos que a Dios no lo vamos a encontrar por azar o en emociones que con la misma rapidez que suben bajan. Dios se nos va a manifestar a través de nuestra Fe, de vivir apegado a Su Voluntad en sus enseñanzas y Mandamientos, en la profunda y sincera oración, en la realización de obras de caridad con humildad, en Su Nombre y para su Gloria, y todo ello será posible el día que conozcamos las enseñanzas, el ejemplo y la vida de nuestro Señor Jesucristo. Lo anterior se convertirá solo en una quimera si no leemos, meditamos e incorporamos a nuestras vidas la Palabra de Dios.
Mis hermanos, debemos estar concientes que una de las principales metas de Satanás es apartarnos del conocimiento del Señor y para lograrlo no escatimará esfuerzo alguno y hará todo lo que esté a su alcance pues, si no conocemos las enseñanzas de Dios, somos vulnerables a las mentiras y ataques del Diablo pero, sobre todo, no vamos a poder llevarle a otros el conocimiento de nuestro Padre Celestial y por ende, no podremos ganar almas para Su Gloria. No tomen estas palabras como mías y piensen que quizás el Espíritu Santo me esté utilizando como su instrumento para que se produzca un despertar de conciencias a partir de lo expresado aquí. Por último y para terminar deseo hacerlo con un Salmo que ilustra perfectamente aquello a lo que estamos llamados cada uno de nosotros en la lectura de las Sagradas Escrituras.
¡Cuánto amo tu enseñanza!
¡Todo el día medito en ella!
Tus mandamientos son míos para siempre; me ha hecho más sabio que mis enemigos.
Entiendo más que todos mis maestros porque pienso mucho en tus mandatos.
Entiendo más que los ancianos porque obedezco tus preceptos.
He alejado mis pies de todo mal camino para cumplir tu Palabra.
No me aparto de tus decretos porque Tú eres quien me enseña.
Tu promesa es más dulce a mi paladar que la miel a mi boca.
De tus preceptos he sacado entendimiento; por eso odio toda conducta falsa.
Tu Palabra es una lámpara a mis pies y una luz a mi camino.
Salmo 119: 97-105
Que Dios nos bendiga y que Su Sabiduría y Amor permanezca en nosotros.
Uno de los Doctores y Padre de la Iglesia, San Jerónimo, nos dice que “desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo” y además agrega: “Nos alimentamos con la Carne de Cristo y bebemos su sangre no solamente en el Misterio de la Misa, sino también leyendo las Escrituras”. Y es que en la Biblia tenemos un encuentro personal con Jesús de igual manera que lo tenemos en la Eucaristía, de ahí la posición de nuestra Iglesia Católica cuando afirma: “La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo” y es aún más clara al decir: “Por tanto, toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de ALIMENTAR Y REGIR con la Sagrada Escritura”.
Después de todo esto, resulta incomprensible escuchar a alguien decir que está en el Camino del Señor pero no lee la Biblia ó lo que es peor, que no cree en ella por esto ó por aquello. ¿Cómo se puede andar en un camino sin saber la manera de transitar por él y sin saber a dónde conduce? Seamos realistas y comprendamos que a Dios no lo vamos a encontrar por azar o en emociones que con la misma rapidez que suben bajan. Dios se nos va a manifestar a través de nuestra Fe, de vivir apegado a Su Voluntad en sus enseñanzas y Mandamientos, en la profunda y sincera oración, en la realización de obras de caridad con humildad, en Su Nombre y para su Gloria, y todo ello será posible el día que conozcamos las enseñanzas, el ejemplo y la vida de nuestro Señor Jesucristo. Lo anterior se convertirá solo en una quimera si no leemos, meditamos e incorporamos a nuestras vidas la Palabra de Dios.
Mis hermanos, debemos estar concientes que una de las principales metas de Satanás es apartarnos del conocimiento del Señor y para lograrlo no escatimará esfuerzo alguno y hará todo lo que esté a su alcance pues, si no conocemos las enseñanzas de Dios, somos vulnerables a las mentiras y ataques del Diablo pero, sobre todo, no vamos a poder llevarle a otros el conocimiento de nuestro Padre Celestial y por ende, no podremos ganar almas para Su Gloria. No tomen estas palabras como mías y piensen que quizás el Espíritu Santo me esté utilizando como su instrumento para que se produzca un despertar de conciencias a partir de lo expresado aquí. Por último y para terminar deseo hacerlo con un Salmo que ilustra perfectamente aquello a lo que estamos llamados cada uno de nosotros en la lectura de las Sagradas Escrituras.
¡Cuánto amo tu enseñanza!
¡Todo el día medito en ella!
Tus mandamientos son míos para siempre; me ha hecho más sabio que mis enemigos.
Entiendo más que todos mis maestros porque pienso mucho en tus mandatos.
Entiendo más que los ancianos porque obedezco tus preceptos.
He alejado mis pies de todo mal camino para cumplir tu Palabra.
No me aparto de tus decretos porque Tú eres quien me enseña.
Tu promesa es más dulce a mi paladar que la miel a mi boca.
De tus preceptos he sacado entendimiento; por eso odio toda conducta falsa.
Tu Palabra es una lámpara a mis pies y una luz a mi camino.
Salmo 119: 97-105
Que Dios nos bendiga y que Su Sabiduría y Amor permanezca en nosotros.
Osvaldo M Negrin